Investigaciones Científicas

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El Proceso Salud Enfermedad

Consideraciones Filosóficas, Biológicas y Sociales. Una Introducción

ISBN 978-9962-53-170-8

Diseño, diagramación y corrección

Editorial Universitaria, "Carlos Manuel Gasteazoro", 2009.

Primera edición, 300 ejemplares, 2009.

Aprobado por el Consejo Editorial, 2008.

Portada, "Rostro Espacial", pintura acrílica de Jesús García.

 

 

 


INTRODUCCIÓN

La medicina como ciencia no es cuestionada, ni por los profesionales de la rama ni por la sociedad. La consideramos una “ciencia normal”,  para utilizar la expresión de Thomas S. Kuhn, y todos los nuevos descubrimientos y aportes no los consideramos distintos a esas ciencias.  Sólo en dos ocasiones se ha roto un paradigma y ha surgido una “ciencia extraordinaria”, es decir, una revolución científica: la ruptura del  mágico religioso y el de la generación espontánea.  Desde mediados del siglo XIX  se fue instalando un nuevo paradigma,  el biologisista, plenamente posesionado en las postrimerías de esa centuria. Todo lo que ocurre en el organismo obedece a causas biológicas, bien sea originadas dentro de él o bien por  agentes físicos ambientales. La investigación científica, los métodos auxiliares de diagnósticos y el progresivo arsenal terapéutico se encaminan a reforzar el paradigma dominante. La comunidad científica lo acepta y la sociedad, también.

La salud y el proceso salud-enfermedad ha sido delegado a las ciencias médicas. Mejor aún, la medicina surge para estudiar ese proceso y para encontrar las fórmulas para evitarlo y detenerlo. Pero el primer problema que florece es su egoísmo. No  permite la ingerencia a las disciplinas no vinculantes, sobre todo aquellas que no estudian al individuo como un ser aislado, sino insertado en una colectividad. De allí que del egoísmo se pase al individualismo. La medicina es una ciencia del individuo. Animada en superar esas deficiencias crea, desde su seno, la Salud Pública y sus ramas afines,  las que orientan su esfuerzo a determinar las causas de la enfermedad originadas fuera del ser humano. Pero, paradójicamente, en la medida en que la Salud Pública empieza a articularse con las disciplinas que la Medicina desestima, van elaborándose una serie de trabajos que señalan que no es sólo el ambiente físico el que crea enfermedades, sino que el epicentro de las mismas se encuentra justo en el ambiente social. Es en ese momento en que la Salud Pública y la Medicina empiezan a tomar distancia.

No aspiramos a  abordar ni aproximarnos a responder a las preguntas que se ha formulado el ser humano desde sus orígenes.: ¿Qué somos?, ¿Por qué somos así y no de otra forma?  Sin embargo, podemos presentar para el debate algunas preguntas tal vez más accesibles o tan complicadas como las primeras. ¿Cómo sé que estoy sano? ¿Cuándo, cómo y por qué me enfermo?

El estudio de la naturaleza humana es muy complejo; tan complejo que hoy en día nadie puede abrogarse, con una mínima cuota de honestidad, que lo comprende. Hay todavía mucho que descifrar.

 Los científicos que han abordado al ser humano, lo han hecho tratándolo  como “objeto”: en tercera persona. El examinador no forma parte del objeto a examinar, buscando con ello que los resultados se alejen del sesgo subjetivo. En Medicina ésta es la norma. Pero el método científico es rígido. No diferencia los seres inanimados de los animados. El profesional de la medicina le da prioridad al método que al objeto a investigar. Se olvida del “yo”, de la ínter subjetividad entre el “yo” y el “tú” y del vínculo entre el “yo” y la naturaleza. No podemos señalar con esto que la biología tenga sus límites; al contrario, hay que abrirle las puertas a esa disciplina para entender al individuo como un sujeto, esto es, con sus propias interpretaciones. Cada individuo es distinto porque cada uno tiene su propio cerebro.  Los términos “lavado de cerebros”, “serialización”, “automatismo”, etc.,  que pretenden alinear a una persona a un método único de pensamiento, logran su cometido en forma parcial, porque el “yo” no desaparece, a menos que se mutile parte esencial de la masa cerebral. Pero,  ¿qué es realmente el “yo”?. ¿Aceptamos el dualismo mente-cuerpo? ¿Aceptamos la existencia del “alma” o “espíritu” como seres inmateriales, independiente a la materia? ¿O para nosotros todo tiene una base biológica? Hacia lo  último se inclina la balanza del pensamiento científico. A pesar de esa inclinación, hay un antagonismo filosófico: la conciencia se estudia en primera persona, o ¿ya hay bases suficientes para estudiarla en tercera? Y si esto aún no está definido, cómo podemos hablar de salud. ¿Qué sabemos lo que está ocurriendo en la mente de un individuo? ¿Qué sabemos que eso que está ocurriendo tiene una ingerencia directa en los procesos moleculares?

La  complejidad de los procesos bioquímicos, muchos de los cuales aún no han sido estudiados,  hace imposible determinar el status  del organismo en un momento determinado, ni predecir lo que va a ocurrir en el próximo nanosegundo. Vale decir, si desconocemos la naturaleza actual de la biología humana no podemos hablar con certeza de lo sano y menos de sus desviaciones hacia  lo “no sano”.

 El ser humano, como concepto biológico aislado, no existe. Las circunstancias sociales son parte de la fisiología de los primates superiores, incluyendo al hombre. "Yo soy yo y mi circunstancia"  (Ortega y Gasset, 1883-1955).  El hombre es un ser que se encuentra inmerso, sumergido en una circunstancia o naturaleza, la cual le presenta distintas concepciones de su estado físico y mental. Sin entrar a profundizar en la interpretación que el filósofo español le da al ser humano, y en especial a esa concepción, considero que es una frase  exacta para referirse a nuestra especie. Aclaro, hablo de exactitud, no de verdad; porque otro concepto que incluyo es la no existencia de la Verdad Absoluta. Todo lo que hoy consideramos como Verdad es relativo: la muerte no es Verdad Absoluta porque depende de la Vida. Antes y después de la vida, no hubo, ni habrá muerte. El hombre sólo puede ser si lo entendemos como prolongación de lo exterior, a pesar de que de él nos separan barreras físicas; pero somos seres abiertos, en un continuo y dinámico intercambio que se da tanto dentro de todo el organismo, desde las partículas subatómicas, las células y los órganos, pero sobre todo con el mundo exterior, tangible e intangible. Sin ese permanente intercambio, la fisiología deja de ser. 

La idea “salud” está estrechamente vinculada a lo viviente, desde las plantas hasta el ser humano. Pero, ¿sabemos con precisión qué somos o quiénes somos? No lo puedo afirmar. ¿Conocemos  todos los procesos bioquímicos que se dan dentro de nosotros? No. ¿Cómo influye lo social en nuestro metabolismo? ¿Por qué me atrevo a sostener que lo social forma parte de él, que es inseparable de los procesos subcelulares? Los científicos hablan de que un persona es producto de la combinación ambiente/herencia, pero ¿dónde empieza una y termina la otra? Es justo allí donde tenemos que asimilar lo externo. Hasta hoy, el paradigma dominante acepta como “externo” el ambiente físico, que podemos medir; sin embargo, deja a un lado o trata con  ligereza el social, tal vez por una falta de método conocido de medida. La ciencia trata de ser rigurosa; debe serlo: lo que no es posible medir pertenece a otro campo; no obstante, está incurriendo  con éxito en el mundo de lo “no tangible”: conciencia, pensamientos, inconciente, memoria, espíritu, alma, percepción, etc. ¿Cómo las forma el cerebro? ¿En qué circunstancias?  Ese el modo de  “hablar” con el ambiente: de recibir sus mensajes y de transmitirlos. Pero no es un lenguaje entre dos intercolutores “no físicos”, sino que a  su través  se incorpora el ambiente social a la fisiología. No podemos hablar de la “fisiología social” como una abstracción. Ese lenguaje que se da en ambas direcciones repercute en lugares específicos de las células, las trasforma por medio de procesos moleculares que se dan dentro del genoma, el encargado de codificar la morfología y las funciones celulares.

No sabemos con exactitud la billonada de procesos bioquímicos que se dan dentro de un organismo dado en un momento determinado. Por lo tanto, no conocemos lo “sano”. Me pregunto, para abusar, ¿existe lo “sano”? Si la respuesta es afirmativa, ¿cómo lo sabemos? Si la pregunta sigue siendo afirmativa, dónde, cómo, cuándo se inicia el proceso de lo “no sano”, porque antes de que una enfermedad se haga pública, esto es, poder ser detectada por medio de los instrumentos de diagnósticos que poseemos en la actualidad, tiene que haberse iniciado una desviación de lo “sano”. ¿Cómo actúa el proceso social en está desviación?

En el presente trabajo pretendemos demostrar lo siguiente:

  1. Qué no sabemos qué es la salud.
  2. Qué no sabemos cuando se da inicio al proceso de lo “sano” hacia lo “no sano”, por lo tanto no podemos determinar cuándo se origina la enfermedad.
  3. Qué la medicina es una ciencia de probabilidades y el arte del manejo de la incertidumbre
  4. Qué las investigaciones científicas se orientan a aceptar la hipótesis del monismo biológico; esto es,  que en el cerebro está el origen del pensamiento, del espíritu, de la conciencia, del alma; pero aún no hay suficiente evidencias para estudiarlos en tercera persona.
  5. Qué se ha adelantado en la explicación de la psiconeuroendocrinoinmunología.
  6. Que atribuimos a los productos químicos del estrés la razón por la cual el ambiente social forma parte de los procesos fisiológicos del organismo.

Con todo el cuerpo de información disponible, podemos señalar que estamos en los albores de un nuevo paradigma: Las alteraciones de la fisiología social como causal de enfermedad.